sábado, 11 de febrero de 2012

Otras consideraciones

  • No estoy en contra del método científico y creo que con él se han logrado avances muy rigurosos. Pero eso no quita para que este método y la frontera de la cientificidad que delimita, como cualquier otro método, nos obligue a dirigir la mirada sólo hacia los objetos que caben en sus procedimientos. Es como aquel chiste de vascos que salen a coger setas y desprecian el rólex que se encuentran porque no forma parte del presupuesto de su salida al campo. El actualmente llamado método científico nos dice en qué parcela debemos buscar, qué gafas debemos ponernos y qué clase de objetos debemos encontrar. 
  • En realidad, nada de esto es reprochable si se da uno cuenta de lo que está haciendo. Desde mi punto de vista, el problema surge cuando se pretende que esa parcela, esas gafas y esos objetos lo son todo y que  quien busca de otra manera se pierde en lo ancestral o en el folclore pasado de moda. 
  • Por eso, no me convence tu defensa del método, en la que recurres incluso a los mártires de su pureza y al idealismo positivista del progreso de la humanidad. Con un esquema muy parecido, suelen explicar las religiones que triunfan sus avatares históricos. También es curioso que esas religiones, incluso cuando ya dominan el mundo, siguen considerando que están en peligro y que en cualquier momento sus ancestrales enemigos pueden renacer: lo mismo me parece que sucede ahora con la ciencia y con sus defensores, pues creen estar en peligro y que la religión contra la que han luchado puede revolverse, cuando lo cierto es que el cientificismo domina el mundo a sus anchas y que los perseguidos –bien que de manera no cruenta, en algo teníamos que progresar- no son hoy precisamente ellos. ¿O es que, por ejemplo, hay alguien que pueda entrar en la universidad por una puerta distinta a esa o publicar cosas en revistas de “reconocido prestigio” que se aleje de esos presupuestos? 
  • Respecto a Jung y Freud, creo que Freud se creyó científico en una época en la que los rigores del método no eran tan extremados y bastaba con esa fe en la naturaleza y en el progreso que tú también proclamas. Después, los “teólogos” de la ortodoxia científica fijaron el canon y establecieron el “camino” con precisión, lo que ha obligado al psicoanálisis a retirarse hacia la hermenéutica o bien a establecer la especificidad clínica de su método o las secuencias contrastables de los procedimientos terapéuticos. 
  • Jung era, en ciertos aspectos, metodológicamente más científico que Freud. Yo le defiendo en cuanto que me parece que, con mayor o menor éxito, intentó agrandar el campo de la investigación y rebasar el naturalismo de la época, lo que no quiere decir que se crea necesariamente  que haya otra cosa que la naturaleza. El habló de arquetipos, de inconscientes colectivos, viajó por el mundo como un antropólogo, etc. Cuando me refiero a su educación en un ambiente de pastores protestantes, no lo hago para mostrar una inmunización contra el reduccionismo, pues el reduccionismo se da en todas partes, no sólo en la ciencia. Pero sí creo que alguien abierto a las experiencias, como Jung, tenía que haber recibido de su ambiente familiar la sensación de que lo que mueve al hombre, llamémosle alma o mente, no podía reducirse a pansexualimo o a la mecánica de las metapsicología de Freud. Dicen que uno de los acicates de la investigación en psicología en Europa proviene de la desacralización de la confesión llevada a cabo por el protestantismo, que cambió el régimen de atribuciones de los individuos (la procedencia propia de los actos, la culpa, etc.). La familia de Jung, acostumbrada a escuchar a otros seres humanos en un régimen relativamente abierto, debía saber de qué iban las miserias humanas y a tener teorías implícitas al respecto.
Autor: Jesús A. Marcos (Presidente de SOFIGMA)

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