APERITIVOS

Si concebimos "El fogón" como el medio de difusión y comunicación de la producción de Sofigma, a modo de revista o boletín de la Sociedad, pero con vocación de difusión, no se entendía que no estuvieran disponibles los celebrados aperitivos que abren los Encuentros filosóficos-gastronómicos.

Para no cansar a los lectores que estén pendientes de los cambios en este blog, se publicarán los aperitivos pasados con una periodicidad semanal, hasta que "nos pongamos al día", y en esta página permanente se encontrará el enlace a dichas entradas.

Conviene antes recordar o, para los no iniciados, explicar, qué es el aperitivo en los Encuentros de Sofigma.

El aperitivo es un brevísimo ensayo que con ocasión del Encuentro filosófico-gastronómico, abre el "apetito de la discusión", despierta las capacidades de los participantes predisponiéndolos al debate del tema que se trate en cada ocasión. es decir que cumple con el mismo fin que el aperitivo en el sentido común del término en España, Italia ("antipasti") y Francia ("apéritif"). Recomendamos el artículo en Wikipedia (conciso, claro) y la oportuna referencia de autoridad de la R.A.E.

Pero dejemos que sea el aperitivo inaugural el que complete esta sucinta definición:

Como es éste un acto fundacional, nos vemos en la obligación de justificar esto, lo que llamaremos, APERITIVO, donde, efectivamente, se hace patente ese principio de nuestro manifiesto: “Que la sustancia, lo esencial o lo absoluto hay que desentrañarlo a partir del fenómeno gastronómico”.

El aperitivo pretende despertar nuestro sentido del gusto, primero, y todas nuestras facultades, a continuación, para disponerlas en orden a la tarea del “buen yantar”. Pero no tiene solo esta, diríamos, misión propedéutica, sino que, como en los últimos tiempos han propuesto afamados cocineros y, especialmente, grandes taberneros, debe tener sentido en si mismo. Nos rendimos al concepto de tapa, que de modo magistral sintetiza lo que exponemos.
Nuestro aperitivo es lo mismo. No una analogía, estrictamente, lo mismo. Despertará nuestras facultades intelectuales, despertará el pensar, con ocasión del tema o cuestión que nuestro encuentro trate. Y como hemos dicho al comienzo, de la única forma posible, poniendo de manifiesto el engarce esencial entre la filosofía (el buen pensar) y la gastronomía (el buen yantar). 

Hoy nos enfrentamos con el ”quid” mismo de la actividad filosófica, y encontramos, en su radicalidad, la enormidad de ese trabajo. Parecería, al primer vistazo, un asunto imposible en un aperitivo. El aperitivo no puede extenderse, es en si mismo breve, sintético, capturador de esencias, por lo que no pueden los asistentes esperar grandes, largas y sesudas fundamentaciones. Más bien un estricto esfuerzo de concisión. 

Ruego que atiendan a la propuesta del lugar en el que nos encontramos y reparen en algunos detalles: Creo que no me equivoco si afirmo, que, de entre todas las propuestas, las berenjenas al horno con crema de gambas y jamón y el pudin de cabracho, (¡ah!, ¡cuánto echo de menos las excelentes filloas!); en fin, entre todas éstas, berenjenas y cabracho, muestran el alma antigua de esta casa. 

Lo esencial, el dato radical, siempre se muestra en el fenómeno, pero es un trabajo arduo desentrañarlo, sin que se pierdan en el camino los detalles que acompañan a la apariencia. Así, recuerdo con cierta nostalgia la primera vez que probé las berenjenas. Sorprendido por la cómplice untuosidad de la salsa bechamel y la carne de la hortaliza, y de vez en cuando tropezar (¡qué hallazgo de abuelas el tropiezo!), con la gamba o el jamón. Sin que caigamos en el tópico, debemos reconocer que casi todo lo magnífico, viene arropado en las uniones sorprendentes de los productos de la tierra y el mar. Pues bien, he aquí la metáfora perfecta del despertar de una inquietud. Del mismo modo que me zambullí en la crema, y disfruté de los tropiezos, tomé conciencia de la fragilidad del plato, que a veces, perdía el gusto de la hábil mezcla procurada en las cocinas, con el voluptuoso excesivo sabor del jamón, imponiéndose. En el intento de retorno a la búsqueda del sabor sinfónico del plato, éste se acabó. Como nuestra existencia, ora armónica mezcla de vivencias, ora repentinos momentos de solistas y en el retorno al conjunto, finalmente moribunda... 

La dificultad de dar con lo esencial, no debe amedrentar al inquieto. Y, por tanto, es obligado repetir, como el atleta, el ejercicio, a pesar de que parezca no encontrarse la meta. Tiene el pudin este carácter de instrumento de ejercitación. Pues resulta entrenamiento muy certero encontrar la esencia (suponemos el cabracho) entre tanto esfuerzo en las cocinas por ocultarlo. Aún peor, acompañado de mayonesa: la gran ocultadora. La búsqueda filosófica es, en ocasiones como un mal pudin de cabracho, en vez de esclarecer la verdad (si la hubiere) fruto del diálogo de los variados ingredientes, resuelve en una ocultación de galimatías conceptuales, pedantes, que no permiten encontrar nada, ni a los especialistas. Hasta en el discurso negativo se me aparece el pudin como la metáfora del quehacer filosófico, en el sentido orteguiano, pero que en este caso, me temo, por mas vueltas que le demos, por más que lo asediemos, no encontraremos: el cabracho. 

Creo que durante 25 años he estado regresando a Domine, tratando una y otra vez de encontrar mi cabracho, o para recuperar aquella inquietud frustrada, de la primera vez, en cada plato de berenjenas al horno. 

Solicito a la compañía, que tenga a bien ayudarme, y en estos encuentros, guiarme a permanecer en esa búsqueda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario