miércoles, 19 de junio de 2013

PESIMISMO Y FILOSOFÍA

SÍNTESIS DE LA PONENCIA PARA EL XIII ENCUENTRO FILOSÓFICO-GASTRONÓMICO

EL PESIMISMO EN LA FILOSOFÍA O ¿POR QUÉ NADIE DEBERÍA SER FILÓSOFO?

El pesimismo no es un simple estado de ánimo. La antinomia pesimismo/optimismo se refiere a estados de ánimo, y dejamos que sean los psicólogos quienes lo traten. El pesimismo es una actitud, la única racional posible, y a la que no encontramos alternativa. Pesimismo metafísico y social se reducen al antropológico, porque el único ser que nos interesa es el ser humano concreto. El problema del mal o la sociedad negativamente considerada, son temas que quedan incluidos en el pesimismo antropológico. Éste se fundamenta en una concepción del ser humano sin posible explicación de si mismo, una existencia sin sentido, desesperado en la angustia de su libertad, ante la perspectiva de la nada y la muerte.

La filosofía profesional no resuelve nada, más bien agrava esta consideración angustiosa de la vida. Proponemos la superación o integración el pesimismo, en un modo de trascendencia, un salir de uno mismo, un escapar del egoísmo que está en la base del pesimismo Este modo de trascendencia, de elevarse sobre el sinsentido, no es religioso o teológico necesariamente. Es la entrega a los demás. Entregarse al otro, escucharle mirándole a los ojos, para olvidarse de uno mismo.

sábado, 15 de junio de 2013

PESIMISMO Y FILLOAS

Conociendo de antemano lo que tras la cena nos espera y teniendo en cuenta el número de mal agüero que este aperitivo trae, conviene que sea lo más breve posible (no vaya a ser que se nos indigeste), y así lo hemos procurado.

Puede que nos preguntemos, no sin razón, si es posible el pesimismo ante unas filloas de marisco, un pulpo “a feira”, unas croquetas de jamón ibérico, o un entrecotte de buey gallego.
– Pues no. Claro está.
– O sí, todo depende.
Veamos. Pocas vivencias proporcionan certeza mayor y más satisfacción que la experiencia de la insaciabilidad del deseo. Y dirán, “no lo entiendo”, y es lógico, porque es justo lo contrario de lo que habitualmente se piensa. Nos explicamos.

Las filloas, tomemos por caso, son el recuerdo de un tiempo de abundancia, pues originalmente se cocinaban en época de la matanza del cerdo, con la sangre del animal sacrificado. Hoy se nos presentan rellenas de marisco, un lujo, una superabundancia de exceso y opíparo disfrute. Pero no se puede comer así siempre. No sería deseable, porque el disfrute del placer, sin medida, es la antesala de la desesperación. Es decir, que o lamentamos que somos insaciables y pretender saciarnos es inútil, o nos convencemos de que no hay mayor felicidad que las del placer gastronómico, que puedes disfrutar hoy y también mañana.

Quizá aún no me comprendan. A ver así.

Iban dos por la calle y le dice uno al otro:
– ¿Cuál es el animal que después de muerto da vueltas?
El otro dice:
– No sé, no hay ninguno.
Y el primero contesta:
– El pollo.
.......
– ¿Cuál es el animal que come con la cola?
– No sé.
– Todos. Ninguno se la quita para comer.
............
Piticlín, piticlín...
– Telepizza, digame: ¿qué desea?
– ¡Magdalenas! No te digo.
......
– Mi madre esta enfadada porque me gustan los bocadillos.
– ¿Por qué? ¡A mi también me gustan!
– ¡Ah sí!, pues si quieres ver mi colección... Tengo más de 700 en casa.
.........

Si por pesimismo entendemos un estado de ánimo, entonces bastarán unos chistes para cambiarlo, por ejemplo. Pero si hablamos de pesimismo en serio, éste solo puede darse por dos motivos que ahora puedan preocuparnos: O no nos fiamos de las cocinas, y creemos en la ley de Murphy; o estamos convencidos que nos hastiaremos de intentar satisfacer nuestras pasiones, sabiendo que somos insaciables. Es tan fácil darse cuenta que estando donde estamos y después de la experiencia el primer caso, es imposible, que tratar lo segundo, perdónenme, me da pereza. ¡Qué optimista!, dirán, y eso sí lo admito, porque el optimismo es un estado de ánimo, (y las expectativas de la cena lo favorecen), pero el pesimismo en serio, no. No es un estado de ánimo. Unas filloas de marisco jamás pueden ser motivo de pesimismo auténtico. El mal entendido pesimismo que esgrimen los hedonistas es falacia. Al menos con los placeres gastronómicos.

El placer gastronómico es el único seguro garantizado de por vida, tres veces al día como mínimo, y si quisieramos poner un poco de voluntad, como hoy nosotros ponemos en la práctica aquí, nunca defraudará. Siempre satisface, siempre llena. Entre humanos llena en los dos sentidos, física y espiritualmente.

Confunde el hedonismo un estado de ánimo, voluble y cambiante, con el pesimismo de verdad. Y unas filloas de marisco o un entrecotte de buey, para quien sabe comer, nada tiene que ver con el pesimismo; al contrario, como hoy nosotros nos hemos propuesto, sera el prólogo que abrirá el camino para asumir nuestra condición (y ser más sabios), o descubrir el camino de la nuestra propia redención (y estar salvos).

Hagámos auténtica filosofía disfrutando. Comprendamos, haya o no sentido, angustiados o no por la responsabilidad de ser humanos, que las filloas, el pulpo, la merluza, cambiarán nuestro estado de ánimo, pueden hacernos optimistas, elevarán cuerpo y espíritu, nos reconciliarán ahora con nosotros mismos,... Pero... no cambiarán, que tal vez mañana, no habrá quien recuerde que aquí las disfrutamos.

Esta es la auténtica realidad de nuestra indigencia, y a la vez nuestro poder. Que sabemos el justo valor de las filloas (del placer) y estamos dispuestos a hacerles el homenaje que merecen. Que conocemos quiénes son los otros, con quien las disfrutamos y mirándonos a los ojos, nos agradecemos el estar aquí, juntos, para pensarlo. Nadie podrá robarnos, ni la muerte, que comimos filloas y nos amamos.
©Óscar Fernández