sábado, 11 de marzo de 2017

UN HALLAZGO “TRASCENDENTAL”

Nos alegra tener la oportunidad, ante esta insigne Sociedad, de ofrecer en primicia mundial un hallazgo, que como es muy común en estos casos, no por más casual es menos importante. Marcará un hito, sin lugar a dudas, en la Historia del Pensamiento Occidental. Hace poco más de un año llegó a nuestras manos un ejemplar de la “Crítica del Juicio”, de Kant, una edición de K. Rosenkranz y F. W. Schubert, publicada en Leipzig en 1838. Entre sus páginas se hallaron, en buen estado de conservación, dos cartas que tengo intención de compartir con ustedes.

La primera:

“Danzig, 15 de septiembre de 1803.
Mi muy apreciado maestro:
    Me he tomado la libertad de dirigirme a usted, Herr Kant, al verme en un dilema harto complicado a propósito de la lectura de algunos artículos sobre la función de la moral, su fundamentación y la relación con la disciplina que, desde hace ya algún tiempo, nos proponemos establecer y fundamentar. ¿No estaremos tratando de remar contra los vientos del progreso? ¿No deberíamos quizá dirigir nuestro empeño a disciplinas más productivas? ¿Estamos perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a otros?
    Comprenderá mi inquietud al comprobar, que a pesar de nuestros esfuerzos, en esta República nuestra del saber, aún se discute y pone en tela de juicio la gastronomía como parte del quehacer filosófico. Quieren algunos reducirla a un mero conjunto de normas sobre la buena mesa, que al tomar por objeto lo empírico han de quedar sólo en máximas, que no leyes, y por particulares, sin más fundamento racional que el atenerse a un cierto consenso, y obviamente quedar a merced de la contingencia de los tiempos.
    Diríase que aquellos que discuten la posibilidad de una crítica del uso práctico de la razón en estas cuestiones gastronómicas, no entienden o no quieren entender, que por lo mismo podría discutirse dicha crítica cuando se refiere a cuestiones de otra índole, por mucha enjundia o importancia en que se las tenga. Pero nadie se atreve a discutir su trabajo en la "Fundamentación de la metafísica de las costumbres". Y hemos tenido oportunidad de comprobar la buena acogida de su “Crítica del Juicio”, y lo que en ella se investiga a propósito del juicio estético “puro” y el juicio sobre el gusto.
    Suelen argumentar estos mal llamados filósofos que en el terreno del gusto o la sensibilidad no caben juicios científicos, en el correcto sentido del término, universales, necesarios y progresivos. Pero nosotros, humildes discípulos de su obra y genio, sabemos cuán equivocados andan. Que no cabe escepticismo alguno, liberados del sueño dogmático, sobre objetos constituidos a partir de los fenómenos y en consecuencia la posibilidad cierta de tales juicios. Si frente a la capital pregunta qué debo hacer y el hecho inapelable de la existencia de la conciencia, ha tenido el juicio moral el privilegio de haber sido tratado con toda profundidad por usted, y no cabe, por tanto, discusión acerca de la conveniencia de fundamentar una metafísica de las costumbres, entonces todos los relevantes asuntos que forman el conjunto de nuestro obrar entran en el campo de la citada metafísica y su fundamentación. Más, si cabe, cuando la gastronomía está en el centro de los usos y costumbres sobre los que se cimienta la cultura y la civilización.
    Pues del mismo modo que podemos distinguir entre una ética material, de entre las muchas posibles, de la auténtica ética, la del deber, así distinguimos nosotros entre una suerte de recetas con más o menos éxito, ejemplo máximo de la heteronomía, del verdadero pensar gastronómico. Un pensar, en definitiva, que busca su legitimación en la esperanza de una Humanidad mejor.
    Por todo ello tenemos el atrevimiento de solicitar de su buena voluntad que apoye nuestras ideas con un pronunciamiento público, por su parte, favorable a nuestras tesis.
    Deseando para usted y los suyos salud y felicidad, reciba un humilde saludo de su más ferviente discípulo
Heinrich Adolph de Dohna-Wundlacken”

Y la segunda.

“Königsberg, 17 de septiembre de 1803.
Mi buen antiguo alumno:
    Aun considerando la muy interesante tarea que me ofrece, digna de ser tenida en cuenta desde la más seria de las actitudes filosóficas, he de declinar su oferta, al menos en persona, por imposición de una salud cada vez más precaria, que me tiene definitivamente postrado. El paso del tiempo es inexorable, amigo mío, y ya no me queda demasiada espera para rendir cuentas ante el Altísimo. En tal situación me hallo, que estas pocas letras, con mucha fatiga, no me queda otro remedio que dictarlas a mi buen asistente Ehregott Andreas Wasianski, que vela por mí en éstos mis últimos días. Tómelas usted por el pronunciamiento que me pide y haga el uso de ellas como mejor le sirvan.
    Quiero insistir en que no abandonen ustedes su investigación, si en algo vale mi magisterio, y tengan en cuenta que sería para mí un orgullo saber que otros completan las investigaciones sobre el juicio estético y del gusto. No es tarea inútil el estudio de la posibilidad del juicio gastronómico "puro". La posibilidad del juicio sintético a priori del gusto, como usted bien sabe, exige un principio a priori subjetivo, que no objetivo. Tal juicio tiene como finalidad subjetiva la satisfacción para la facultad de juzgar, en general, y debe hacer referencia a algo que posean todos los hombres como condición subjetiva, para un conocimiento posible. Así que sí, mi buen alumno, si por juicio gastronómico entendemos un caso particular de juicio “puro” de gusto, éste es posible y se puede y debe profundizar en su estudio. ¡Buen ánimo con tan importante y “trascendental” tarea! 
    Reciba mi más cordial saludo
Immanuel Kant"

Y ahora, ¿qué respuesta daremos nosotros ante este hallazgo? ¿Permitiremos que la llama que encendimos hace ya casi seis años se ahogue en la noche de la inoperancia? ¿Abandonaremos, hastiados de silencio, tan ineludible tarea?

Creemos que no. No podemos desatender al deber y este hallazgo trascendental ha de servir para fortalecer nuestro vínculo con él. Eso es la obligación, el vínculo del sujeto moral con el deber. En nuestro caso, mantener y promover estos Encuentros, debatir sobre los más variados temas, y entrenado el espíritu, afrontar esta tarea que cuenta ya, según hemos conocido hoy, con más de doscientos años de historia y el más grande de los inspiradores que pudiéramos desear. Y les pido brinden conmigo con el recuerdo, muy a propósito, para que sirva de estímulo a nuestro esfuerzo y homenaje al maestro, de lo que escribió en su “Antropología”: “el acto de vivir bien que mejor parece concordar con la verdadera humanidad es una buena comida en buena compañía”.

©Óscar Fernández