domingo, 4 de junio de 2017

"La ignorancia vencida"

El tres de junio, en el sexto aniversario de SOFIGMA y el 33º Encuentro Filosófico-Gastronómico presentamos la obra conmemorativa encargada a Miguel Fernández, "La ignorancia vencida". Visión alegórica de Atenea vencedora sobre la ignorancia. Pastel sobre lienzo. Agradecemos a Miguel Fernández su trabajo interpretando la figura central del escudo de nuestra sociedad, obra de Esteban Navarro Galán.

sábado, 3 de junio de 2017

DESVELAMIENTO MÚLTIPLE DE LO UNO Y LO ÚNICO

Que la verdad sólo tiene un camino es una de las mayores falsedades que ha arraigado en la paremiología popular. Argumento que muchas creídas sesudas inteligencias esgrimen cuando ya no queda más remedio que el dogmatismo extemporáneo. No es necesario aclarar que cuando se trata de cuestiones no problemáticas, de tipo tautológico, por mucho trabajo deductivo que exijan, los más expertos no necesitan de la equivocadísima sentencia. No he escuchado jamás apoyar el teorema de Pitágoras argumentando que la verdad sólo tiene un camino, porque incluso en el caso de matemáticos, geómetras y analíticos sin remisión, a la verdad de una proposición, éstos pueden llegar, y de hecho llegan, por muchos caminos.

Ni lo más elemental, mucho menos lo simple, tiene un único camino. Si fuese lo contrario todos los huevos fritos serían canónicos, con puntilla claro está, o todas las tortillas españolas, por supuesto con cebolla, serían iguales. Porque efectivamente sólo puede predicarse la verdad en sentido único del Ser, el que es igual a sí mismo; de todos los demás seres se predican, en todo caso, verdades muchas.

Si decimos que un ente es verdadero, lo decimos por analogía, porque ni la tortilla excepcional de mi madre y mis abuelas, mil veces repetida, tenía un único camino. Incluso en el sentido categórico y trascendental, medieval incluso, de la verdad del ser, ésta exige un desvelamiento, un descubrirse que no es único. El Ser puede ser uno, o incluso único, pero sus desvelamientos son muchos.

Es muy común confundir la unicidad con la unidad. Todos los individuos son uno, cada uno de ellos, pero en principio no son únicos. La unicidad es la cualidad de lo único. Los individuos entes no son únicos en su especie o género. Si afirmáramos que un individuo es uno y solo uno, entonces sí sería único y agotaría su especie o género. Por otra parte en lo existencial los individuos pueden considerarse únicos e irrepetibles. Para la tortilla, en tanto que única en su género o especie, o en tanto que una, individualmente una, puede decirse lo mismo. La verdad de la tortilla pudiera ser única, coincidente con lo que todos pensamos de esa tortilla que ahora se nos presenta en la memoria, la imaginación, o mejor aún en la percepción; pero nunca será una. No hay una verdad de la tortilla, aunque pudiéramos suponer una tortilla única. Y es que la verdad de la tortilla, o de lo que sea, puede mostrarse de muchos modos. Si pudiéramos encontrar la tortilla única, irrepetible, al fin y al cabo la que todos los buenos gastrónomos buscamos aunque sea sin saberlo, ésta sería verdadera por el hecho de ser, única y una, pero también por ser canónica, conforme a norma o ley, o por cumplir con su fin, pragmáticamente considerada. No hay manera de poder aplicar a la verdad los axiomas de Peano, tal como se hace con el conjunto de los números naturales que es “impepináblemente” único. No sabemos si sería posible someter a crítica la verdad de la tortilla, de modo semejante a como se obtiene el teorema de unicidad del potencial aplicando el problema de Dirichlet, y así mostrar de modo indubitable que la verdad de la tortilla es única o posee tal unicidad.

Podemos tomar la idea contraria y decir que la verdad es única, en su especie, pero no una, y entonces habría que decir que la única verdad en tal especie está formada por muchas verdades individuales. Esto haría irremediablemente imposible la tortilla, porque para abarcar su única verdad sería necesario pasar por todas las tortillas individuales que cumplieran con la definición. Ahora la verdad de la tortilla se parece al conjunto de los números naturales, conjunto único de infinitos elementos. Aclaremos finalmente la cuestión. Si nos quedamos dentro de los géneros o especies de verdad, ésta, la tortilla, sería única en su especie y múltiple en su número; infinitas tortillas y todas verdaderas. Verdaderas las que son porque son, o verdaderas porque son coherentes con su canon, o verdaderas porque son fin para el que se hicieron, por ejemplo. Otro tanto sucede más allá del género o especie, es decir múltiples los géneros o especies de la verdadera tortilla.

Si hasta aquí hemos visto que es difícil establecer que la verdad pueda ser a la vez una y única, resulta que la tradición filosófica occidental ha desvelado posible concebir en la razón el Ser uno y único. No nos parece que la tortilla pueda alzarse con esta necesidad, pero ¿y su verdad? Es evidente que si es concebible el Ser uno y único, éste ha de ser verdadero, la verdad misma nos atreveríamos a decir. ¿La verdad de este modo considerado, es decir de modo absoluto, se puede decir de la tortilla? Sostenemos que sí, solo y solo si pudiera concebirse la tortilla una y única.

Aún así, y aquí es donde radica nuestra tesis, la verdad ha de mostrarse, desvelarse ante el sujeto, o en el sujeto, o por el sujeto, o como ustedes quieran, y llegados a este punto es irrefutable que a múltiples y numerables sujetos, múltiples y numerables formas de desvelarse la verdad. Infinitos nos atrevemos a decir.

Y así alegres nos regocijamos en la certeza de que tantas veces como probemos tortilla y con tanta buena compañía que, a su vez prueba otras tantas tortillas, todas ellas verdaderas, todas únicas, todas las veces alcanzaremos la verdad. Porque los caminos de la verdad son infinitos, a veces incluso confusos y discordantes, unas veces diáfanos, otras escarpados, pero finalmente esperamos, ciertos, seguros. Esto es así con la tortilla y con todo.

Se nos ha representado alegóricamente la verdad desnuda. Pues bien está entonces reivindicar la verdad en la cocina y las mesas. Reivindicamos la cocina desnuda, sin ropajes que oculten su belleza, sin aparatos circenses y florituras que nos distraigan de lo esencial. ¡No embadurnen la tortilla con salsas, por Dios!

Mira que tenemos por muy sabios y acertados la gran mayoría de los conocimientos que a nuestro alcance ponen el refranero y la cultura popular, consecución de siglos de experiencia, arte y ciencia con mayúsculas. Pero en este caso el tópico es sólo eso, lugar común y prejuicio. La verdad tiene muchos caminos, muchos modos de desvelarse. Creemos firmemente, es decir sabemos con seguridad, que hay muchas maneras de alcanzar la perfección en la elaboración de la tortilla, infinitos comensales con sus infinitas maneras de saber disfrutarla, y en todas ellas se libera ese velo de ignorancia o estulticia que la oculta, para aparecer, majestuosamente poderosa, desnuda toda ella, tortilla verdadera. 
©Óscar Fernández