miércoles, 3 de abril de 2013

“AIRE” DE MORCILLA Y EXISTENCIA

Cuando la existencia (no, más bien mi existencia) se muestra como fenómeno, libre de aditamento o aderezo, en una especie de epifanía misteriosa (todas las epifanías deben serlo, ¡a ver si no a qué viene semejante término!), tengo la impresión de estar ante una especie de farsa, de mascarada, de triste mimo teatral, con su inevitable pose dramática. Pero,…, eso al fin y al cabo, solo una pose. 

Díganme sino los amables lectores (que lo son por el solo hecho de leer esto), si en cumplimiento del programa fenomenológico logramos que se muestre solo el fenómeno, y éste resulta ser nuestra existencia (que no el ser), sin otro adjetivo que su contingencia, ¿qué otra cosa podemos hacer que quedarnos como estábamos?, es decir sin nada. Lo cual no deja de tener su parte de verdad descubierta (y en esto agradecemos a Edmund su aportación); verdad manifestada, aparecida, de que no somos nada, puesto que nuestra existencia no es nada de hecho, en acto. Está por hacer. Por ser, no es. Y probablemente todo lo que pueda ser, será adquirido, adjetivado a través de la experiencia. Tengamos cuidado entonces con lo que experimentamos. 

Debemos hacer honor al foro en el que nos encontramos (“El Fogón…”) y usar de la metáfora adecuada para que se nos comprenda. ¡Vamos a ello! 

Imaginemos a uno de los próceres cocineros, que en los tiempos que corren tienen más predicamento que el propio Husserl y mucho más éxito, por supuesto, que los tristes literatos existencialistas (triste Albert, sin un motilium u omeprazol que llevarse a la boca); imaginémoslos, decimos, tratando de convencernos de que toda la esencia de su propuesta culinaria consiste en el aparecer del “aire” o la “espuma”, aunque sea de morcilla burgalesa. Pues si se queda solo en eso, en el aparecer, en el fenómeno del “aire” o la “espuma” (¡cuánto daño está haciendo el CO2 al alcance de cualquiera!), probablemente estaríamos de acuerdo que queda en nada. Eso sí, gran parafernalia dramática, puesta en escena de ópera romántica si hace falta, pero ¡ya está!, ¡se acabó!, no hay más.
-“Aprecie usted la ligereza de esta espuma de morcilla burgalesa”. Y uno se encuentra tratando de comportarse como sus abuelas le enseñaron, sin que se le note a uno que es de pueblo, o de barrio, y puestos todos los sentidos en la degustación, mientras el espíritu  de uno (¡y las entrañas!) se rebelan clamando por la sangre, el arroz y las especias, que han hecho de Burgos ciudad más afamada que por su catedral o el Camino que por allá pasa. 

Cuando antes de que la Parca llegara a tocar su puerta aprendí de mi abuelo Manuel que la existencia (como todo) se hacer ser en la experiencia, que solo puede comunicarse, manifestarse, ser auténtico fenómeno, lo que tiene materia, sustancia. Propongo entonces que la puesta en escena sea solo eso, estricto aderezo, unas rodajitas de morcilla bien tratada en la brasa acompañadas con una corona circundante de espuma de lo que sea (que estando ella allí, la morcilla, ya da igual). 

Existencia sí, pero adornando mi experiencia vital. Así sí, aceptamos el adorno dramático, para encontrarnos con ustedes, que en este texto, en este foro, son algo más que un ejemplo, son el sentido mismo de su existencia.

4 comentarios:

  1. Gracias por el excelente texto. Eres un mago del humo y la espuma morcilliles. Te acompaño en todo lo que entiendo y, en lo que no entiendo, también, porque espero que me lo expliques. Me pierdo un poco con lo quieres decir con la morcilla existencial y esta frase tuya no la pillo del todo, pues anacoluta un poco, ¿no?: "Cuando antes de que la Parca llegara a tocar su puerta aprendí de mi abuelo Manuel que la existencia (como todo) se hacer ser en la experiencia, que solo puede comunicarse, manifestarse, ser auténtico fenómeno, lo que tiene materia, sustancia."

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  2. Pues está clarísimo. Aunque te pese (que se que te pesa), la existencia sin experiencia es nada. Hay que vivir para ser, porque ser no somos "a priori" (a veces creo que nuinca llegamos a ser realmente, pero eso es otro tema). Vivir es experimentar, es llenar de contenido nuestra, en principio, vacía existencia. Y no sigo que me caliento.

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  3. Querido Óscar: Ante todo, me ha conmovido que nos trates de usted. Esto ya no se lleva en España y se agradece de vez en cuando que alguien se dirija a ti con la distancia respetuosa que implica ese tratamiento. Al parecer, a propósito de nuestro tema, Sartre y Simone de Beauvoir se trataron siempre así, a pesar de su intimidad.
    Respecto al contenido, no acabo de verlo claro al final. ¿Opones existencia a experiencia y consideras que la experiencia es la base de lo que somos, reservando el término existencia para todo aquello que, por su nula entidad, es un mero adorno (la morcilla sólida y especiada sería la experiencia y la espuma que la adorna la existencia)? En caso de que sea así y te haya entendido bien, pasaría a preguntarte por qué distribuyes de esa manera los términos y no al revés, etc.
    (Bueno, en todo caso, tampoco puedeo entenderte bien porque no sé de esas sutilezas culinarias que consigue el CO2)
    Abrazos: Jesús

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  4. Ciertamente entendiste bien. Y ¿por qué no al revés? ¿quieres decir que si la experiencia es la vacía y se llena entonces con existencia? No es lo que las palabras significan en castellano corriente y moliente. Quizá ahora no te entiendo yo, y te refieres a que sea la espuma la experiencia (lo que tiene contenido) y la morcilla, tal cual es, la existencia (la nada o continente vacío). Ni pies ni cabeza. La morcilla es con contenido "per se", y la espuma todo lo más es impostura vacía de gente que ha de justificar un título (el suyo o el del plato).

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